Todos somos conscientes de que el tejido empresarial y el mercado laboral se está viendo afectado por la pandemia del COVID-19. Estamos en la salida de la pandemia y seguimos establecidos en un miedo por la incertidumbre a que cualquier tipo de rebrote pueda llevarnos a otra paralización de la actividad.
En la historia moderna, creo sin temor a equivocarme, nunca hubo una afectación tan global a todos los niveles, sociales, demográficos, pero también en términos de verticalidad en muchos nichos de mercado. Ahora bien, la pandemia es la causante o el precipitador de muchos cambios ?? que en otras condiciones constaría mucho más tiempo su implementación, cambio de mentalidad cultural o simplemente resistencia al cambio…
Hemos pasado de grandes empresas industriales a empresas líquidas con una flexibilidad en el modelo de negocio y la incorporación del talento totalmente diferente. El mundo de los eventos es un caso muy habitual en el que las contrataciones por actividad, la colaboración entre iguales ya es una forma de actuar, siendo la figura del freelance un valor y no una situación de emergencia.
El mercado nos está exigiendo flexibilizar las estructuras, ser capaces de tener una formación diversa, especialidad en algunos casos y sobre todo apelar siempre a la eficiencia. La robustez de las compañías ya no está en las fábricas, está en los proyectos, los profesionales deben de estar permanentemente actualizados y este modelo ha venido para quedarse.
Creo firmemente que en una gran parte la pandemia ha acelerado aquello que no nos atrevíamos a ver y ha precipitado tomas de decisiones que en muchos casos nos hubiera llevado años. Situación que nos hubiera frenado más la productividad y la eficiencia pero sobre todo la competitividad con respecto a nuestros mercados competidores.
Una gran crisis acelerador de decisiones pendientes de tomar.
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